El hombre, o la mujer, siendo seres sociales viven insertos
en sociedad. A no ser que seas un anacoreta o un eremita de alguna religión,
siempre tendrás cerca de ti a otras personas, las cuales poseen opiniones
diversas aunque siempre dentro de lo que llamamos la ideología dominante.
Como la ideología es una forma de la superestructura de un
sistema económico determinado, tendremos por tanto diferentes ideologías que se
corresponden a diferentes sistemas económicos, o modos de producción. En este
caso vivimos en la sociedad capitalista, e ideológicamente se nos adoctrina
para perpetuar las relaciones de producción derivadas de este sistema.
Los cánones estéticos no son ajenos a la ideología, forman
parte de ella. Un modo de producción basado en la individualidad y el consumo,
en la propiedad privada y la cosificación de las personas dará lugar a unos
cánones estéticos donde prima la visión de una persona como un producto. Es
decir, este producto deberá ser bueno, perfecto, sin máculas, para que el
“comprador” que acude al “mercado” lo adquiera. Incluso aunque estemos hablando
de relaciones entre seres humanos.
Es por eso que el canon estético de nuestra sociedad nos
muestra hombres y mujeres delgados, bellos, y todo aquel individuo que se salga
de estos cánones es condenado al ostracismo social, sobra en nuestra sociedad,
las personas abominarán de él o de ella únicamente por su físico no ajustado a
lo que la ideología dominante nos enseña como correcto desde pequeños. Estos
cánones nunca han sido los mismos, en las sociedades feudales la belleza la
representaba una mujer obesa, debido a que en dicha época el papel de la mujer
era únicamente el de productora de descendencia o realizadora de las tareas
familiares. Y se creía que a mayor densidad corporal, mejor iban a realizar
dichas tareas, hablando de una manera coloquial.
Nuestra sociedad nihilista y hedonista reproduce otro tipo
de estándares de belleza. El físico, lo que es considerado como “belleza”
exterior es lo que domina. En la sociedad de consumo rápido, no podía ser de
otra manera. No indagamos en el interior de las personas, nos quedamos con lo
que comúnmente se conoce como primera impresión, la impresión física. Cualidades
como la capacidad de empatía de una persona, su desarrollo cultural, su cualidad
de tener una conversación que se salga de las 200 palabras que se sueñen usar
en el lenguaje común, sus gustos no convergentes con lo mainstream no son
valores que importen o son considerados secundarios. O en el mayor de los
casos, se ven influidos y condicionados por el canon estético. Que gran verdad
es que un gordo(o gorda), un feo, o alguien que no posea lo que la sociedad
determina como belleza estética verá limitadas sus interacciones sociales,
especialmente en lo que a personas del sexo opuesto se refiere. Hay gente que
utiliza la palabra gordofobia para referirse a ello, pero no es el único caso.
Yo personalmente lo amplío a todos y todas aquellas que no cumplen los
estándares: antiesteticofobia o para llamar a las cosas por su nombre, apartheid
estético.
Si, mis queridos amigos, apartheid. Multitud de personas que
no cumplen los cánones se ven rechazadas por la sociedad, lo que crea en ellas
un sentimiento de culpa, de infelicidad, de tristeza, conlleva un autoodio al
propio cuerpo. La víctima interioriza ese ceñimiento y se considera basura, se
considera feo(o fea) al creer que la sociedad no la va a aceptar tal y como es
al no ajustarse al canon. Hay cierta parte de verdad en estas palabras, sin
embargo no es una verdad absoluta puesto que las verdades absolutas no existen,
tan sólo las verdades relativas.
Existen personas que en base a una educación en otros
valores, una formación y un alto sentido del compromiso de superación de los
podridos cánones que esta sociedad nos inculca. Es decir, existen personas que
contra los prejuicios se rebelan oponiéndose de manera radical al apartheid
estético que nos quieren imponer. Esta liberación empieza por uno mismo: la
autoestima es una cualidad que adquirimos una vez comprendemos que lo que está
mal no son nuestros cuerpos “no estéticos”, sino que lo que está enfermo es la
sociedad en su conjunto. Para quién vive inserto en la sociedad, es un proceso
difícil pero no imposible. Con paciencia, dedicación y esfuerzo se consigue. Aprender
a valorar las cualidades de una persona por como es por dentro y no por fuera
es un proceso que conlleva la apertura de nuevos y maravillosos
horizontes(Ojo!, que también puede ocurrir que determinadas personas utilicen
lo antiprejuicial de boquilla y siempre se vean condicionados por lo estético
al final. Pero son minoría).
En mi caso, queridos lectores y lectoras, puedo decir que
vivo libre de esos prejuicios. No soy precisamente una persona que cumpla los
cánones estéticos que nos imponen, ni falta que me hace. Aprendí a vivir
conmigo mismo y a aceptarme tal y como soy, con los grandes defectos y escasas
virtudes que tengo. El apartheid estético es incapaz de hacer mella en mí, amén
de que actúo así con otras personas. Es decir, valorar las cualidades
personales de alguien antes que lo físico. Es más, me atrevería a asegurar que
siento una especial atracción por personas que no cumplen los cánones estéticos
establecidos. Mis mejores relaciones han sido con personas de este tipo, y eso
cuenta. Incluso si nos ponemos a mirar el físico, me derrito ante chicas con
gafitas o pinta de “nerd”(con perdón, es una frase coloquial) las cuales no se
ajustan a los cánones estéticos. Pero esto es secundario, terciario o
cuaternario. Lo realmente importante es sentir que estás en comunión con
alguien, que has conectado, que te sientes a gusto cada segundo con esa
persona, algo que te incita a querer estar con ella a cada instante(sin
agobiar,eh), aunque no cumpla los requisitos de “belleza” que nos quieren
imponer. La verdadera belleza es eso que os comento, mis queridos lectores y
lectoras.
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