lunes, 8 de diciembre de 2014

Apartheid estético

El hombre, o la mujer, siendo seres sociales viven insertos en sociedad. A no ser que seas un anacoreta o un eremita de alguna religión, siempre tendrás cerca de ti a otras personas, las cuales poseen opiniones diversas aunque siempre dentro de lo que llamamos la ideología dominante.

Como la ideología es una forma de la superestructura de un sistema económico determinado, tendremos por tanto diferentes ideologías que se corresponden a diferentes sistemas económicos, o modos de producción. En este caso vivimos en la sociedad capitalista, e ideológicamente se nos adoctrina para perpetuar las relaciones de producción derivadas de este sistema.

Los cánones estéticos no son ajenos a la ideología, forman parte de ella. Un modo de producción basado en la individualidad y el consumo, en la propiedad privada y la cosificación de las personas dará lugar a unos cánones estéticos donde prima la visión de una persona como un producto. Es decir, este producto deberá ser bueno, perfecto, sin máculas, para que el “comprador” que acude al “mercado” lo adquiera. Incluso aunque estemos hablando de relaciones entre seres humanos.

Es por eso que el canon estético de nuestra sociedad nos muestra hombres y mujeres delgados, bellos, y todo aquel individuo que se salga de estos cánones es condenado al ostracismo social, sobra en nuestra sociedad, las personas abominarán de él o de ella únicamente por su físico no ajustado a lo que la ideología dominante nos enseña como correcto desde pequeños. Estos cánones nunca han sido los mismos, en las sociedades feudales la belleza la representaba una mujer obesa, debido a que en dicha época el papel de la mujer era únicamente el de productora de descendencia o realizadora de las tareas familiares. Y se creía que a mayor densidad corporal, mejor iban a realizar dichas tareas, hablando de una manera coloquial.

Nuestra sociedad nihilista y hedonista reproduce otro tipo de estándares de belleza. El físico, lo que es considerado como “belleza” exterior es lo que domina. En la sociedad de consumo rápido, no podía ser de otra manera. No indagamos en el interior de las personas, nos quedamos con lo que comúnmente se conoce como primera impresión, la impresión física. Cualidades como la capacidad de empatía de una persona, su desarrollo cultural, su cualidad de tener una conversación que se salga de las 200 palabras que se sueñen usar en el lenguaje común, sus gustos no convergentes con lo mainstream no son valores que importen o son considerados secundarios. O en el mayor de los casos, se ven influidos y condicionados por el canon estético. Que gran verdad es que un gordo(o gorda), un feo, o alguien que no posea lo que la sociedad determina como belleza estética verá limitadas sus interacciones sociales, especialmente en lo que a personas del sexo opuesto se refiere. Hay gente que utiliza la palabra gordofobia para referirse a ello, pero no es el único caso. Yo personalmente lo amplío a todos y todas aquellas que no cumplen los estándares: antiesteticofobia o para llamar a las cosas por su nombre, apartheid estético.

Si, mis queridos amigos, apartheid. Multitud de personas que no cumplen los cánones se ven rechazadas por la sociedad, lo que crea en ellas un sentimiento de culpa, de infelicidad, de tristeza, conlleva un autoodio al propio cuerpo. La víctima interioriza ese ceñimiento y se considera basura, se considera feo(o fea) al creer que la sociedad no la va a aceptar tal y como es al no ajustarse al canon. Hay cierta parte de verdad en estas palabras, sin embargo no es una verdad absoluta puesto que las verdades absolutas no existen, tan sólo las verdades relativas.

Existen personas que en base a una educación en otros valores, una formación y un alto sentido del compromiso de superación de los podridos cánones que esta sociedad nos inculca. Es decir, existen personas que contra los prejuicios se rebelan oponiéndose de manera radical al apartheid estético que nos quieren imponer. Esta liberación empieza por uno mismo: la autoestima es una cualidad que adquirimos una vez comprendemos que lo que está mal no son nuestros cuerpos “no estéticos”, sino que lo que está enfermo es la sociedad en su conjunto. Para quién vive inserto en la sociedad, es un proceso difícil pero no imposible. Con paciencia, dedicación y esfuerzo se consigue. Aprender a valorar las cualidades de una persona por como es por dentro y no por fuera es un proceso que conlleva la apertura de nuevos y maravillosos horizontes(Ojo!, que también puede ocurrir que determinadas personas utilicen lo antiprejuicial de boquilla y siempre se vean condicionados por lo estético al final. Pero son minoría).

En mi caso, queridos lectores y lectoras, puedo decir que vivo libre de esos prejuicios. No soy precisamente una persona que cumpla los cánones estéticos que nos imponen, ni falta que me hace. Aprendí a vivir conmigo mismo y a aceptarme tal y como soy, con los grandes defectos y escasas virtudes que tengo. El apartheid estético es incapaz de hacer mella en mí, amén de que actúo así con otras personas. Es decir, valorar las cualidades personales de alguien antes que lo físico. Es más, me atrevería a asegurar que siento una especial atracción por personas que no cumplen los cánones estéticos establecidos. Mis mejores relaciones han sido con personas de este tipo, y eso cuenta. Incluso si nos ponemos a mirar el físico, me derrito ante chicas con gafitas o pinta de “nerd”(con perdón, es una frase coloquial) las cuales no se ajustan a los cánones estéticos. Pero esto es secundario, terciario o cuaternario. Lo realmente importante es sentir que estás en comunión con alguien, que has conectado, que te sientes a gusto cada segundo con esa persona, algo que te incita a querer estar con ella a cada instante(sin agobiar,eh), aunque no cumpla los requisitos de “belleza” que nos quieren imponer. La verdadera belleza es eso que os comento, mis queridos lectores y lectoras.









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