martes, 30 de diciembre de 2014

Breves reflexiones sobre acosos y maltratos en el antifascismo



Que la violencia de género y las actitudes de terrorismo en la pareja son una lacra lo sabemos, ahora bien, ¿actuamos cuando conocemos uno de estos casos en nuestros ambientes? ¿Por qué se defiende al maltratador, incluso a sabiendas de que lo es, incluso por parte de la víctima? Este modesto artículo intentará poner en claro alguna de estas cuestiones.

Estudiemos al agresor. El biotipo de estos subseres es el de carroña sin escrúpulos que busca un fin determinado: conseguir meterse entre las piernas de una chica determinada sin que para ello importen los métodos o las consecuencias de sus acciones. El agresor busca satisfacer sus apetencias, y ante esto, le importa un comino hacer todo el daño que pueda, a sabiendas de que lo hace, a la otra persona. Es más, si observamos con atención al agresor veremos que encuentra placer en estas actitudes. Su libido no opera conforme a la normalidad, sino que necesita hacer daño para vigorizarse. Es una de las características del agresor.

Otra característica es que busca víctimas potencialmente débiles, el agresor calcula milimétricamente cual es el tipo de inteligencia emocional de su víctima. Decimos esto porque la base de la agresión es el dominio psicológico sobre la víctima, de ahí que los agresores midan bien cual puede ser la respuesta que reciba. Huelen a kilómetros a las chicas con problemas, a las chicas que sufren o simplemente a las víctimas que no están habituadas a este tipo de tretas. Ojo, no significa que la víctima sea idiota, sino que la inteligencia emocional, los mecanismos de autodefensa mentales hay que aprender a desarrollarlos. Como digo, los agresores buscan los blancos fáciles.

Otra característica es la capacidad del agresor para mimetizarse y empatizar con la víctima en los momentos previos a la conquista. Esto significa que el agresor no dudará en adoptar las actitudes, comportamientos y pensamientos que más concuerden con la personalidad de la víctima para así ganar su confianza. Es decir, el agresor camufla su personalidad bajo una careta, bajo un falso rostro. Por ejemplo, si la víctima es una chica con inquietudes feministas, el agresor no dudará en presentarse como el súmmum de todo feminismo, como un tío comprometido contra las actitudes sexistas, con el fin de ganar simpatías ante su víctima. Evidentemente, todo ello es cuento chino.

Una vez que el agresor consigue entrar en el círculo de confianza de la víctima, se presentará como una persona encantadora, un dechado de virtudes. Todo por un cierto tiempo, para así elaborar una mejor coartada ante la sociedad cuando despliegue sus malas artes. “Cómo va a ser un maltratador ese chico?”, ese es el efecto que buscan con estas actitudes, cubrirse las espaldas en lo que vendrá a posteriori.

Sin embargo, toda falsedad es finita. Poco a poco se va cayendo la careta. La víctima comienza a notar pequeños detalles que no cuadran con lo que le habían vendido. El agresor empieza a cuestionar, primero levemente, a la víctima. Es el primer paso de la dominación e imposición de la psique del agresor sobre la de la víctima. Sin embargo, el agresor no dará un nuevo paso en esta escalada hasta que sea consciente de la dependencia sentimental de la víctima hacia él. En este proceso, se anula la inteligencia emocional de la víctima y se la sustituye por la dependencia total hacia la persona agresora. El efecto máscara, el disfraz del agresor, va dando poco a poco sus frutos sin que la víctima sea consciente. Esta es la etapa sin duda más nauseabunda, y que nos muestra la falta de escrúpulos de los agresores: el cómo son capaces de aguantar lo que haga falta hasta saber que han conseguido sus fines, y una vez así actuar. Pura maldad.

En este ciclo, llegamos a la fase en la que el agresor comprueba que tiene la sartén por el mango. Es ahí cuando se destapa. Sabe que con la dependencia de la víctima va a tener todas las cartas a su favor. Comienzan los acosos, aquella maravillosa persona del principio de transforma en un ser despreciable que está constantemente encima de su víctima, controlando, marcando el paso, llevando a su víctima por el camino que el desea. Generalmente, y debido a la cobardía de los agresores, esto se combina con violencia física. La personalidad de la agredida puede aún reaccionar ante estos hechos, ante lo cual el agresor reacciona con violencia. Sin embargo, es tal ya la dominación psicológica por parte del maltratador que la propia víctima exculpará estos hechos. El terrorista de género ha conseguido su objetivo, anular la personalidad de su víctima.

Evidentemente esto crea una gran infelicidad a la víctima, un gran dolor, una pésima experiencia que muchas veces queda ya grabada por siempre en la personalidad de la agredida. Se traduce en crisis de ansiedad, falta de autoestima, depresión, misantropía, e incluso en los casos más graves tendencia al suicidio. La víctima sufrirá enormemente pues no ve la salida a ese pozo, puesto que su inteligencia emocional ha sido anulada y tiene dependencia de su agresor.

A esta situación, que no a los perniciosos efectos se pone fin de dos maneras: la primera, y menos frecuente es que la víctima corte por lo sano con dicha relación tóxica. La segunda, y más frecuente, es que el maltratador se canse del juego, se canse de la víctima. Una de las características de estos subseres es que buscan constantemente nuevas presas a las que hacer sufrir, como si de trofeos de caza se trataran. Por increíble que parezca, esto no es una liberación de la víctima, sino que esta misma asume e interioriza el hecho de que la culpa es de ella, que ha fallado, que no ha estado a la altura de las circunstancias. En resumen, asume la culpa y aumenta su sufrimiento.

Ya hemos hablado del agresor. Hablemos del entorno, es decir de los ambientes en los que se mueven agresor y víctima. Tenemos que tener claro que tipo de personajes son los agresores, el cómo actúan y el daño que causan. Esto implica que los entornos, y más si son entornos antifascistas, deben dar la espalda no sólo a estos comportamientos sino condenar al ostracismo social a los agresores. Si se supone que creemos en una sociedad opuesta al individualismo, donde lo importante es la comunidad, un problema de maltrato y agresión no es un caso aislado sino que es un problema comunal. Quién agrede a una miembro de esa comunidad, está agrediendo a la comunidad entera.

Y para terminar, briconsejos para las chicas. A la hora de ligar, hay que pensar más con la cabeza que con los genitales. Muchas veces, se escogen hombres dónde no se ve más allá de lo “guapo que es”, o el “cuerpo que tiene”, dejando que los instintos primarios obnubilen la razón. Amén de eso, los eslóganes tales como “lo importante es lo de dentro” o la actitud contra la cosificación de los cuerpos, contra la superficialidad, se quedan en eso, en meros eslóganes. Es por ello que muchos maltratadores consiguen reincidir, o por esto se explica que se les siga dando coba. Existen parejas o ligues que merecen la pena, tan sólo hay que ver más allá del envoltorio.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Apartheid estético

El hombre, o la mujer, siendo seres sociales viven insertos en sociedad. A no ser que seas un anacoreta o un eremita de alguna religión, siempre tendrás cerca de ti a otras personas, las cuales poseen opiniones diversas aunque siempre dentro de lo que llamamos la ideología dominante.

Como la ideología es una forma de la superestructura de un sistema económico determinado, tendremos por tanto diferentes ideologías que se corresponden a diferentes sistemas económicos, o modos de producción. En este caso vivimos en la sociedad capitalista, e ideológicamente se nos adoctrina para perpetuar las relaciones de producción derivadas de este sistema.

Los cánones estéticos no son ajenos a la ideología, forman parte de ella. Un modo de producción basado en la individualidad y el consumo, en la propiedad privada y la cosificación de las personas dará lugar a unos cánones estéticos donde prima la visión de una persona como un producto. Es decir, este producto deberá ser bueno, perfecto, sin máculas, para que el “comprador” que acude al “mercado” lo adquiera. Incluso aunque estemos hablando de relaciones entre seres humanos.

Es por eso que el canon estético de nuestra sociedad nos muestra hombres y mujeres delgados, bellos, y todo aquel individuo que se salga de estos cánones es condenado al ostracismo social, sobra en nuestra sociedad, las personas abominarán de él o de ella únicamente por su físico no ajustado a lo que la ideología dominante nos enseña como correcto desde pequeños. Estos cánones nunca han sido los mismos, en las sociedades feudales la belleza la representaba una mujer obesa, debido a que en dicha época el papel de la mujer era únicamente el de productora de descendencia o realizadora de las tareas familiares. Y se creía que a mayor densidad corporal, mejor iban a realizar dichas tareas, hablando de una manera coloquial.

Nuestra sociedad nihilista y hedonista reproduce otro tipo de estándares de belleza. El físico, lo que es considerado como “belleza” exterior es lo que domina. En la sociedad de consumo rápido, no podía ser de otra manera. No indagamos en el interior de las personas, nos quedamos con lo que comúnmente se conoce como primera impresión, la impresión física. Cualidades como la capacidad de empatía de una persona, su desarrollo cultural, su cualidad de tener una conversación que se salga de las 200 palabras que se sueñen usar en el lenguaje común, sus gustos no convergentes con lo mainstream no son valores que importen o son considerados secundarios. O en el mayor de los casos, se ven influidos y condicionados por el canon estético. Que gran verdad es que un gordo(o gorda), un feo, o alguien que no posea lo que la sociedad determina como belleza estética verá limitadas sus interacciones sociales, especialmente en lo que a personas del sexo opuesto se refiere. Hay gente que utiliza la palabra gordofobia para referirse a ello, pero no es el único caso. Yo personalmente lo amplío a todos y todas aquellas que no cumplen los estándares: antiesteticofobia o para llamar a las cosas por su nombre, apartheid estético.

Si, mis queridos amigos, apartheid. Multitud de personas que no cumplen los cánones se ven rechazadas por la sociedad, lo que crea en ellas un sentimiento de culpa, de infelicidad, de tristeza, conlleva un autoodio al propio cuerpo. La víctima interioriza ese ceñimiento y se considera basura, se considera feo(o fea) al creer que la sociedad no la va a aceptar tal y como es al no ajustarse al canon. Hay cierta parte de verdad en estas palabras, sin embargo no es una verdad absoluta puesto que las verdades absolutas no existen, tan sólo las verdades relativas.

Existen personas que en base a una educación en otros valores, una formación y un alto sentido del compromiso de superación de los podridos cánones que esta sociedad nos inculca. Es decir, existen personas que contra los prejuicios se rebelan oponiéndose de manera radical al apartheid estético que nos quieren imponer. Esta liberación empieza por uno mismo: la autoestima es una cualidad que adquirimos una vez comprendemos que lo que está mal no son nuestros cuerpos “no estéticos”, sino que lo que está enfermo es la sociedad en su conjunto. Para quién vive inserto en la sociedad, es un proceso difícil pero no imposible. Con paciencia, dedicación y esfuerzo se consigue. Aprender a valorar las cualidades de una persona por como es por dentro y no por fuera es un proceso que conlleva la apertura de nuevos y maravillosos horizontes(Ojo!, que también puede ocurrir que determinadas personas utilicen lo antiprejuicial de boquilla y siempre se vean condicionados por lo estético al final. Pero son minoría).

En mi caso, queridos lectores y lectoras, puedo decir que vivo libre de esos prejuicios. No soy precisamente una persona que cumpla los cánones estéticos que nos imponen, ni falta que me hace. Aprendí a vivir conmigo mismo y a aceptarme tal y como soy, con los grandes defectos y escasas virtudes que tengo. El apartheid estético es incapaz de hacer mella en mí, amén de que actúo así con otras personas. Es decir, valorar las cualidades personales de alguien antes que lo físico. Es más, me atrevería a asegurar que siento una especial atracción por personas que no cumplen los cánones estéticos establecidos. Mis mejores relaciones han sido con personas de este tipo, y eso cuenta. Incluso si nos ponemos a mirar el físico, me derrito ante chicas con gafitas o pinta de “nerd”(con perdón, es una frase coloquial) las cuales no se ajustan a los cánones estéticos. Pero esto es secundario, terciario o cuaternario. Lo realmente importante es sentir que estás en comunión con alguien, que has conectado, que te sientes a gusto cada segundo con esa persona, algo que te incita a querer estar con ella a cada instante(sin agobiar,eh), aunque no cumpla los requisitos de “belleza” que nos quieren imponer. La verdadera belleza es eso que os comento, mis queridos lectores y lectoras.









martes, 2 de diciembre de 2014

Cortarle los huevos al terrorista machista



Hombre, futbolista, y semianalfabeto. Todos los ingredientes para un cóctel de “macho ibérico” de la España cañí, como desgraciadamente así ha sucedido.

Nos referimos al futbolista del Betis Rubén Castro, al que se le abre juicio por violencia de género. Para que nos entendamos, por darle de ostias a su pareja. Esta, ha presentado en los juzgados varios partes de lesiones contra el terrorista de género.

Como no podía ser de otro modo en Hez-pañistán, la masa mongólica futbolera ha salido en defensa de su “ídolo”, aquel que jalen cual Dios del Olimpo se tratase. Una jauría de futbol-talibanes, la mayoría de los cuales comete varias faltas de ortografía cada tres palabras, dispara contra la agredida. Se la califica de choni, de puta, de buscona, de lianta, todo con tal de exculpar a un individuo cuyo mayor logro en esta vida es darle patadas a un trozo de piel de vaca. El contenido clasista, puesto que un rico en esta sociedad es inocente por naturaleza, se une en este caso al contenido de género. La masa talibánica, forofa e irreflexiva, saca los argumentos “estrella” de este tipo de situaciones: denuncias falsas, persecución a los hombres, feminazismo, y demás morralla del fascismo sociológico en el que vivimos. Es natural que una sociedad enferma desde sus cimientos, podrida, defienda a tan nauseabundos individuos como el tal Rubén Castro. Hay incluso lumbreras que aluden al caso como una persecución contra su club de fútbol, o como una conspiración de gentes del otro equipo de la ciudad para perjudicarlos.

El papelito de la prensa, a cada día que pasa más reaccionaria, también es para verlo. Hacen piña con la basura acusada, criminalizan a la víctima y difunden lo más vomitivo del patriarcado más rancio. Son tan cómplices de la agresión como los indocumentados que jalean al futbolista “porque marca muchos goles”(y porque es rico). Hipócritas y fariseos que luego se dan golpes de pecho cuando una mujer es asesinada, y ya van decenas este año…

Como persona, siento náuseas al compartir ciudad con Rubén Castro. Me abochorna respirar el mismo aire que este subser, que este terrorista de género. Esta pestilente y hedionda rata debería estar condenado a la muerte social, en una sociedad que realmente tuviera claros sus valores. Pero claro, para muchos en esta cloaca llamada España la violencia de género se reduce a salir un 25 de Noviembre a la calle. Rectifico, ni eso, pues manifestarse es de “rojos” y hacerlo por el terrorismo machista es de “feminazis”.

No me sorprende ya nada en este estado reaccionario. Estamos desde luego a la cola en lo que se refiere a desarrollo social y cultural en el mundo. Al nivel de las ablaciones de Sudán, sólo que aquí no les cortan el clítoris sino que les parten la cara o las matan. Esta sociedad enferma considera normal la defensa del terrorista machista y la ridiculización de quienes luchan contra el patriarcado. Por eso cada vez más gente quiere bajarse de este barco que se hunde llamado España y por eso cada día más hay que estar junto a las compañeras que luchan por un feminismo de clase.