El hombre es un ser social. Asimismo el ser humano es
producto de la realidad material en la que vive, es decir, es fruto de la
sociedad. Muy diferentes son los tipos de seres humanos, en pensamiento y
acción, de la Roma esclavista comparados con la España capitalista actual.
Porque como decimos, cada hombre es fruto de la realidad que le rodea.
Igualmente, diferentes tipos de sociedad han dado lugar a
diferentes tipos de construcciones sociales. El amor es una de ellas. La
atracción entre dos personas, aunque tenga cierta parte biológica tiene también
un marcado contenido cultural. Y ese contenido cultural viene determinado por
la sociedad en la que nace. Para ponerlo más fácil, diferentes tipos de
sociedad han dado lugar a diferentes formas de entender los amoríos. Por poner
un ejemplo, tanto en la Grecia como en la Roma esclavistas era muy frecuente el
amor entre dos personas del mismo género masculino, dejando las relaciones
hombre-mujer como meras relaciones reproductivas y/o de amistad. Como vivimos en
una sociedad capitalista, esta tiene sus formas propias de amor.
La más conocida es el amor romántico. Podemos definirlo como
una extensión de las relaciones de propiedad burguesas al campo de las
relaciones interpersonales. La pareja monógama, con vistas al matrimonio, tenía
como función preservar los intereses económicos de la familia, es decir,
asegurar su existencia económica y la reproducción de esta en generaciones.
Como no podía ser de otra forma, al ser de origen burgués, este amor es
individualista y posesivo.
Es decir, el príncipe azul de los cuentos es en realidad una
transmutación del pater familias, que debe encontrar la estabilidad en su
compañera para fundar su familia y transmitir su herencia biológica y económica
a sus descendientes. Y aquí entra el terreno de lo cultural.
Se hacía necesaria una construcción cultural que idealizara
al príncipe azul y al amor derivado de este concepto de relaciones. Así, el
príncipe azul es un dechado de virtudes, una persona perfecta, nuestra media
naranja, el ideal al que tenemos que aspirar para sentirnos realizados como
personas. Asimismo, la bella mujer a la que aspiramos es igualmente idealizada
en base a los mitos supremos de este tipo de concepción amorosa, que en
realidad es una construcción cultural propia de un determinado tipo de
sociedad.
Así pues, el amor ideal que nos inculcan desde pequeños, que
es ideología pura, se basa en la concepción de que sólo hay felicidad en una
pareja estable, con la que vamos cogidos de la mano recorriendo calles y
plazas, haciéndonos carantoñas, bebiendo de la misma copa de zumo de fresa con
dos pajitas, mandándonos mensajes de whatsapp diciéndonos: “ Yo te quiero…no yo
más…no yo te quiero más…no yo mucho, mucho, más…”, cuando en realidad lo que
estamos haciendo es reproducir una construcción cultural e ideología. Este tipo
de amor es propio de una sociedad individualista.
Frente a ello, debemos desarrollar un nuevo tipo de amor. Si
la colectividad es nuestro ideal, debemos crear nuevas construcciones
culturales que respondan plenamente a ese ideal de colectividad. Ojo!, que esto
tampoco significa follar como conejos todos con todos. La poligamia también
puede tener efectos perniciosos, y tampoco estamos diciendo que la poligamia
sea la meta. Estamos hablando de nuevos tipos de amor. Aquí se plantea la
pregunta en base a una situación concreta: ¿qué hacer si tienes sentimientos
amorosos por una persona con la que estás feliz, te llena, compartes una gran
relación de amistad(entendiendo amistad por amor), cuando sientes que estas en
armonía con esa persona pero a la misma vez sientes una irrefrenable atracción
física por otra persona? La nueva concepción del amor como algo no posesivo,
nos da la solución a este y otros problemas. Ideológicamente la sociedad
burguesa nos dice que eso de compartir el corazón del ser amado es una
aberración, pecado, mar de cuernos. Eso es consecuencia del amor romántico.
Nosotros decimos lo contrario.
Eso sí, mis queridos lectores, vuelvo a repetir que no
estamos haciendo apología de la promiscuidad, pues también existe la libre
elección de monogamia y una única pareja. De lo que se trata es de ENTENDER y
NORMALIZAR las relaciones amorosas basadas en la colectividad, de que no es
algo que suena a chino sino que debería ser jodidamente normal el decantarse
por este tipo de relaciones. De lo que se trata es de romper las barreras del
amor romántico y comprender que hay vida más allá de él. Indignarse por que una
persona escoja multiplicidad amorosa es simplemente indignación moral procedente
de la ideología burguesa.
De lo que se trata, es que el nuevo tipo de amor no tiene
unas fronteras fijas. Cabe tanto la pareja estable como las relaciones
esporádicas o entre varias personas. No hay límites fijos. Podemos optar por lo
que deseemos y todo será correcto. Podemos darnos piquitos las 24 horas del día
con una misma persona, pasteleando a tope con la Cope, o tener varias parejas
que cubran nuestras necesidades. Ya queda a gusto de cada pareja la elección.
Como vengo repitiendo, de lo que se trata es de que no sea el amor romántico la
meta, sino una opción más y despojar a las restantes opciones de los prejuicios
que llevan aparejados en la sociedad burguesa. Podemos compartir lecho con una
única persona o fornicar como si no hubiese un mañana con quién queramos.
Esta comprensión del nuevo amor nos llevará a vivir con más
felicidad y plenitud nuestras relaciones amorosas. Estas nuevas relaciones ya
no son entre dos tortolitos y el mundo que se pare, como se suele decir, sino
que precisamente los dos pastelosos se enmarcan dentro de una colectividad.
Porque precisamente en la nueva sociedad seremos parte de esa colectividad, de
la que no podemos aislarnos.
El nuevo amor significa igualdad entre sexos, no
exclusividad de la pertenencia del corazón de la amada, en palabras de la
Kollontai se resume en:
“Si conseguimos que de las relaciones de amor
desaparezca el ciego, el absorbente y exigente sentimiento pasional; si
desaparece también el sentimiento de propiedad, lo mismo que el deseo egoísta de
«unirse para siempre al ser amado»; si logramos que desaparezca la fatalidad
del hombre y que la mujer no renuncie criminalmente a su «yo», no cabe duda que
la desaparición de todos estos sentimientos hará que se desarrollen otros
preciosos elementos para el amor. Así se desarrollará y aumentará el respeto
hacia la personalidad de otro, lo mismo que se perfeccionará el arte de contar
con los derechos de los demás; se educará la sensibilidad recíproca y se
desarrollará enormemente la tendencia de manifestar el amor no solamente con
besos y abrazos, sino también con una unidad de acción y de voluntad en la
creación común.”
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