miércoles, 26 de noviembre de 2014

¡Extingamos a los buitres!

En la imágen, una manada de predadores carroñeros ante el perfil de una hembra en cualquier red social de nuestros días.




Antes de empezar a leer este artículo, si sois hombres debéis repetir conmigo cien veces la frase “SI UNA MUJER DICE QUE NO, ES QUE NO”.

Ahora vamos al lío. Hoy queridos lectores y lectoras hablaremos de una especie muy común en las noches españolas, bueno en las noches, en las mañanas o en las sobremesas, pero tenía que hacer el chiste con el programa de Félix Rodríguez de la Fuente. Nos referimos al buitre común, también llamado homo en celus, aunque en otras latitudes se le conoce también como baboso, lapa, etc.

En el reino animal nuestro espécimen se clasifica en la familia de los predadores, se alimenta de todo tipo de carne: alta, baja, morena, rubia, pelirroja, etc. El hábitat de caza es cualquier zona donde paren todo tipo de hembras, aunque últimamente con la evolución de la especie el buitre se ha adaptado a los medios cibernéticos.

Su modo de caza es único: el buitre acecha a la hembra hasta que esta asqueada, rendida, o agobiada termina por echarse en sus garras. El modus operandi que utiliza para cazar es acechar constantemente a su víctima, mimetizándose con el ambiente en el que se mueve su presa, siguiendo sus costumbres, estudiando los puntos débiles de la hembra para atacar allí donde sabe que serán presa fácil.

El buitre, carnívoro depredador, es capaz de transformarse en pacífico herbívoro y poner ojitos de cordero degollao para así bajar las defensas de su presa. La presa, muchas veces, cae en una especie de síndrome de Estocolmo con su predador; llegando incluso a la empatía. El cazado empieza a sentir lástima por el cazador. Generalmente el buitre ataca a las hembras más débiles de la manada: hembras que han roto hace poco con su macho, hembras con problemas, hembras de buen carácter y afabilidad, a las que consiguen engatusar hasta que consiguen su presa. No se atreven con facilidad con las hembras fuertes de la manada, saben que su sistema defensivo puede hacer mella en ellos.

El buitre, como predador, utiliza a su víctima con el propósito de satisfacer sus instintos. Una vez realizada la actividad cinegética, el buitre abandona a la intemperie a su víctima y procede a acechar a alguna otra presa. Un buitre jamás repite del mismo plato, su constitución biológica le impide el compromiso. El buitre disfruta de la emoción de la caza, pero no saborea a su presa pues necesita alimentarse una vez y otra.

La presa, cazada y humillada sufre por la situación. Son seres adorables que han tenido la desgracia de caer en las garras de un predador más experimentado y cuyos sentidos están más evolucionados para practicar la caza. Una presa en este estado necesita todo el apoyo y comprensión de las gentes que amamos la naturaleza y los animales, pues tenderá a creer que la culpa de haber sido cazada es suya. Interiorizará ese sentimiento de culpa, creerá que todos los machos de la manada se dedican al depredacionismo carroñero. Será infeliz, un macho con nocivas artes de acecho ha atacado no a ella como individua solamente, sino a su género como especie.

Como digo nosotros, especímenes sanos y libres de instintos depredadores, como iguales en la mandada que las hembras depredadas debemos apoyarlas y ayudarlas a que desarrollen el instinto de defensa para repeler a los buitres. No desde el punto de vista del macho alfa, ni como desde un punto de vista paternal, pues eso sería supremacismo del macho en la manada. Las debemos apoyar desde el punto de vista de desarrollar una manada sana, igualitaria, basada en compartir mutuamente los alimentos y desechando actitudes de depredación. Seamos pues recolectores, plantemos la semilla del amor y del respeto mutuo, las semillas de emancipación y libertad de la manada y evolucionemos como especia.

Mientras, extingamos a los buitres.

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