domingo, 26 de octubre de 2014

Crítica de la novela "Las uvas de la ira"

Crítica de la novela "Las uvas de la ira"
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Este análisis de la novela no se centrará en una sinopsis de la trama de la obra, sino en una reflexión acerca del principal argumento de dicha novela: la proletarización de una familia de pequeños productores norteamericanos de finales de los años 30. Es en esta época cuando el capitalismo norteamericano se desarrolla hasta su máximo estadío, alcanzando la fase imperialista.

Esta fase se caracteriza por la fusión de la industria y la banca, resultando de todo ello la aparición del capital financiero. En la concurrencia al mercado, la libre competencia se elimina y la pequeña producción tiende a desaparecer incapaz de competir con los precios y condiciones de los grandes propietarios(monopolios). Esa es la trama central subyacente en la novela: la agonía del pequeño productor y su paso al campo de los trabajadores asalariados, dada la imposibilidad de vencer al capital financiero.

Sin embargo, dentro de las subtramas del libro encontramos otras de rabiosa actualidad. Llama la atención por lo cercano el tema de la xenofobia y el trato al extranjero(a pesar de que en este caso se trata de personas de un mismo Estado federal). Los pequeños propietarios autóctonos temían a los recién llegados, inmigrantes, por la posibilidad que tenían de organizarse y dar al traste con el sistema imperante. Es decir: temían la conciencia de clase y la posibilidad de que ello derivase en revolución. Asimismo los trabajadores locales temían la llegada de competencia a sus puestos de trabajo, con el consabido descenso de los salarios que forzosamente conlleva un aumento significativo de la oferta de mano de obra. Podemos obtener la conclusión de que se trata de una sociedad cobarde, la cual carga las culpas de la problemática social en los eslabones más débiles de la cadena como son los inmigrantes, ante la impotencia y la incapacidad de plantar cara a quienes realmente lo merecen: los poderosos, el capital financiero. Esta cobardía lleva finalmente a la reacción, como observamos con las patrullas ciudadanas, o la complicidad de las fuerzas represivas del Estado con el capital financiero.

Por otro lado la subtrama familiar es un fuego de artificio que tienen como misión únicamente en crear empatía entre el lector y los personajes, con el fin de humanizar las consecuencias del dominio del capital financiero al ver la situación reflejada en una familia de la gente común. Como elemento agitativo cumple de sobras su función, dándonos cuenta de los perniciosos efectos que un modo de producción irracional tiene entre las masas trabajadoras. Y es que más allá de los fríos números, de la estadística, se encuentran personas y relaciones sociales con toda su crudeza: inanición y muerte infantil, hambre, desempleo, insolidaridad, etc.
Quizá un lector reaccionario pueda acusar al autor de panfletarismo, sin embargo la realidad es que Steinbeck como corresponsal de prensa conoció de primera mano casos como los que narra en su obra. Es más, me atrevería a decir que dichos casos están en cierto modo suavizados, puesto que si a la novela ya le costó censuras tal y como es, ¿Qué no hubiésemos visto si aumentase en proporción su crudeza?

Llama la atención también el odio de clase y la reacción típica de la burguesía contra todo aquel que osase criticar su sistema. Cualquiera que estuviese en contra de los salarios de hambre, incluso que pidiese una mísera migaja como es el agua caliente era tachado ipso facto de agitador, de rojo, de bolchevique, etc. conllevando todo ello la persecución social o incluso el asesinato por motivos políticos, como ocurre con un personaje central de la novela.

También podemos notar cierto punto de anticlericalismo, con toda la razón dicho sea de paso. La sociedad sureña norteamericana era de raíces profundamente cristianas, cosa que observamos en el personaje del Predicador. Este rol de la novela evoluciona desde un agnosticismo y desencanto profundos con el ideal cristiano hasta la plena identificación con las luchas sociales de los trabajadores. Es un elemento crucial en la novela, de gran importancia para entender la filosofía inherente a la misma. Tengo que subrayar que en la adaptación cinematográfica realizada por el reaccionario John Ford este personaje vital es presentado de forma cómica, llevando el estigma del típico secundario gracioso. Por consiguiente podemos deducir que los estudios de Hollywood, propiedad de los grandes bancos, quisieron reconducir una novela de temática social, de rabiosa denuncia, en un mero divertimento lacrimógeno. Y es que larga es la mano de la censura, cuando atentan contra los intereses de clase.

En resumen, es una novela muy recomendable que sin llegar a los niveles del realismo socialista, si que es un buen acicate para darnos cuenta de que en sociedades desarrolladas existe una parte muy importante de desposeídos, de parias, de desarrapados que ni siquiera llegan a la categoría de ciudadanos, amén de la simbiosis entre capital, banca y poder.

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